lunes, 13 de mayo de 2013

2. Nueva vida


Juvia se despertó en su cuarto sobresaltada.
Hacía años que había ocurrido todo aquello, exactamente cuatro, pero lo sucedido aquel día aún la asaltaba por las noches.

-“¿Está estresada?” –recuerda que le dijo aquella voz metálica.

En aquel momento le dieron ganas de darse la vuelta y darle una patada al aparato metálico con cara de muñeco de feria que se atrevía a preguntarle aquello después de lo que acababa de ocurrir en la clase.
Lo que había empezado como un día cualquiera, uno tranquilo en el que parecía que tendría un día entretenido con sus amigos, se había convertido en una auténtica pesadilla que había dado a su vida un giro de 180 grados.

Después de aquello pasó casi un año en un centro especializado que trató de devolver su coeficiente a la normalidad. Pero se mantuvo turbio. Nunca llegaba a bajar, y si lo hacía, aquella misma noche volvía a revivir todo en sueños, lo que hacía aumentar de nuevo su psycho.

Pero un día recibió una visita. El inspector de la Sección de Crimen de Seguridad Pública le ofreció convertirse en uno de los ejecutores de la Unidad 1 que él mismo dirigía. Después de pensarlo durante algunas semanas, finalmente accedió, y comenzó a trabajar para el Inspector Ginoza.

Y ya habían pasado más de tres años desde aquello. No había día que no se acordara de lo que pasó aquella fatídica mañana, que echó por los suelos su futuro, sus sueños, e incluso su condición de ser humano, siendo degradada a un ser inferior que el sistema Sybil que regía la justicia en la ciudad consideraba un enemigo para la sociedad, y que no duraría en deshacerse de ella si la situación lo requería.

Aquello era lo primero que asaltaba su mente cada mañana incluso antes de encender las luces de su cuarto.

-¿Qué decoración te apetece hoy? –preguntó una voz metálica.

-El moderno estará bien –dijo mientras se incorporaba en la cama.

La habitación comenzó a iluminarse lentamente por el techo, y continuando por las paredes, que no tardaron en tomar un tono azulado. Los muebles del pequeño apartamento fueron apareciendo poco a poco a medida que la luz iba descendiendo por el cuarto hasta llegar al suelo. A los pocos segundos, la pequeña habitación del apartamento se vio perfectamente amueblada en tonos negros y azules, todo combinado entre ello, sin nada que sobrase en el cuarto.

Mientras Juvia se levantaba e iba al baño para desperezarse, un pequeño ser metálico se materializó en medio del cuarto, y se dirigió flotando a la pequeña esquina dedicada a la cocina.

-¿Qué quieres desayunar? –preguntó el aparato.

-Cualquier cosa que no sea muy pesada –repuso Juvia desde el baño.

Cuando la joven se hubo despejado y duchado salió del cuarto de baño para encontrarse con la mesa perfectamente puesta, con el desayuno, compuesto por un vaso de zumo y una manzana. Al lado de la pieza de fruta reposaba un periódico esperando a ser leído. Mientras Juvia se acercaba a la mesa y tomaba el periódico, el ser metálico desplegó una pantalla digital en la que le mostró a la chica el tiempo previsto para el día.

-Parece que han vuelto a robar material en una tienda de electrónica… -dijo la joven mientras pasaba la vista desde el periódico a la pantalla del tiempo, tomaba el vaso y daba un pequeño sorbo-. Y encima hoy llueve… Me da que no va a ser un buen día…

Una vez hubo terminado de desayunar, Juvia se levantó de la mesa y se acercó a un espejo de cuerpo entero que tenía en la entrada del apartamento. Cogió el pequeño dispositivo electrónico que reposaba en el mueble de al lado del espejo y lo abrió, dejando al descubierto los botones y la pequeña pantalla táctil. 
Buscó la pestaña que decía “trabajo” y la presionó, quedando inmediatamente vestida con unos pantalones negros estrechos, unas botas negras de cordones, una camisa negra con un par de botones sueltos en la parte superior, una corbata azul a medio abrochar y una chaqueta igual que el pantalón. Una vez estuvo preparada, dirigió una última mirada al aparato electrónico y se despidió con un gesto de la cabeza. Salió del apartamento, y en cuanto cerró la puerta, la pequeña habitación perdió la iluminación y la decoración desapareció por completo.
Tenía la moto aparcada en el garaje subterráneo del edificio. Cuando llegó la puso rápidamente en marcha y salió a toda velocidad de allí, dirección a la oficina de Seguridad Pública. Llevaba aquellos tres años trabajando con las mismas personas, a excepción de una joven que se había unido al cuerpo hacía unas semanas. La inspectora Akane era ahora una de sus superiores y debería esforzarse por llevarse bien con ella, al menos dentro de las oficinas. A los demás los conocía mejor que a la recién llegada. Gino era su superior directo, y el que la había introducido en el cuerpo de Seguridad como ejecutor. Tenía algunos compañeros, pero con el que mejor se llevaba era con Kougami. Era mayor que ella, y a veces se portaba como un hermano mayor, lo cual no le hacía mucha gracia, pero no podía quejarse, ya que era lo más parecido que tenía a una familia. El otro ejecutor con el que se llevaba más o menos bien era Shuusei. Era un joven avispado, animado y bromista, lo que la sacaba de sus casillas de vez en cuando, pero ya estaba aprendiendo a soportarle. Él era lo contrario que Kou, y a veces ella se tenía que portar como la mayor cuando trabajaban fuera, y vigilarle cuando los inspectores no podían. Ambos, Juvia y Shuusei, habían entrado prácticamente a la vez en el cuerpo. Puede que ese fuera otro motivo por el que no terminaban de tirarse de los pelos y que el trabajo en equipo se hiciera más llevadero, porque se veían como iguales, un par de jóvenes que habían tenido mala suerte desde pequeños, y que solo buscaban su lugar en la sociedad, una sociedad que no dejaba de darles la espalda.

Cuando llegó a su acostumbrada sala de trabajo, descubrió que Akane ya estaba en su puesto al final de la sala, enseñándole algo a Kougami en la pantalla del ordenador, y Shuusei jugando a su PSP, mientras que el ordenador terminaba de encenderse. Juvia se acercó a su correspondiente puesto, al lado de Shuusei, y presionó el botón de encendido de su ordenador mientras saludaba a su compañero con un único movimiento de cabeza.

-¿Hoy también me vas a tener vigilado todo el día, mamá? –preguntó el joven con retintín en su voz una vez hubo visto a su compañera.

-No estoy de humor, Shu –repuso la joven con sequedad.

-Nunca estás de humor Juvia –añadió con un resoplido-. Yo que pretendía pasar un día ameno y que no fuese tan aburrido como los demás…

-Pues será mejor que vayas a molestar a otro –dijo Kougami, que se había alejado de Akane para salir en ayuda de Juvia-. ¿Qué te parece Gino? –añadió mientras colocaba su brazo sobre la cabeza del muchacho.

-¿Estás de coña? Seguro que me manda a limpiar los robots de la oficina o vete tú a saber… Mejor no jugar con Gino.

-Pues tampoco lo hagas con Juvia –repuso mientras le revolvía el pelo y se alejaba de los jóvenes, de vuelta al lado de Akane, dando por terminada la conversación.

Juvia aprovechó que Shuusei había dejado de prestarla atención para desviar la mirada la pantalla de su ordenador. En ella comenzaron a aparecer los nuevos casos que se habían registrado en el tiempo que ellos no habían estado en la oficina, dejando los del día anterior sin resolver minimizados en la parte inferior.

-¿Otro caso de robo de material electrónico? ¿Cuántos van ya en toda la semana? ¿Cuatro? –dijo Shuusei, asomándose por encima del hombro de Juvia y mirando a la pantalla del ordenador.

-Lo sabrías si te hubieras dignado a mirar el ordenador –repuso ella molesta-. Ahora no intentes interesarte. Vete a seguir jugando, molestas menos.

Juvia estiró una pierna y dio un empujón a la silla en la que estaba sentado el joven pelirrojo que, gracias a las ruedas, salió rodando hasta su lugar, delante de su propio ordenador. Juvia, satisfecha, sonrió de manera pícara mientras Shuusei soltaba un leve quejido de molestia por haber sido echado tan descaradamente.

Una vez la joven peliazul estuvo sola delante de su ordenador, abrió una de las pestañas inferiores. Aquel caso ya fue cerrado hacía varios años, pero otro relacionado con la persona que aparecía en los informes había sido abierto. Pero no era suyo, era del inspector Ginoza y sus ejecutores. El hombre de aquel caso había desaparecido, como otros tantos reclusos, en un traslado a otra prisión, y no se había vuelto a saber nada de ninguno de ellos. Gino se encargaba de ese caso, pero no hacía más que dar palos de ciego. Nadie había sido capaz de descubrir una sola pista sobre su posible paradero.

Aquel hombre era el responsable de la desgracia de Juvia. De la desaparición de sus sueños y esperanzas, de sus ambiciones y deseos. Todo. Kurt Dallas. El hombre que aquel fatídico día terminó con la vida de cinco de sus compañeros de clase y dos profesores, y con el futuro de casi toda la clase. Nayu y Karoku. 
No había día que no se acordara de ellos. Y Bard, aquel joven risueño del que no había vuelto a saber nada desde aquel día. Pero seguía vivo, en algún lugar… Lo sabía, lo sentía.

Todos los compañeros de Juvia en la oficina conocían perfectamente el motivo por el que su psycho se enturbió, y ya estaban acostumbrados a que le dedicara varios minutos por la mañana a la imagen de aquel ser. Ya se sabía todos sus rasgos, y sería capaz de dibujarlo con los ojos cerrados. Cada mañana observaba el desagradable rostro de aquel hombre, el brillo demente de sus ojos, y las imágenes de lo sucedido se agolpaban en su cabeza, sin orden alguno. Simplemente aparecían, dejando un sabor amargo en la joven para el resto del día.

Shuusei se mantuvo apartado de ella, observando el dolor y el odio que reflejaban sus ojos al observar la foto de Dallas. Muchas veces había intentado hablar con ella del tema, para intentar que ella compartiera sus miedos y preocupaciones con alguien más y se le hiciera más llevadera la carga que llevaba desde aquel día. Pero no se atrevía. Sentía que aquello era muy privado para ella, y no accedería a hablarlo con nadie externo a ello. Y de las pocas veces que se atrevía a abrir la boca, ella le respondía de manera tan cortante que se pasaban varios días después sin dirigirse la palabra.
Estaba claro que Juvia era una mujer difícil.

Gino llegó como siempre a la hora empunto, sin retrasarse un solo segundo, pero no se dirigió a su mesa, sino a la de Akane. Kou al ver llegar al inspector, se alejó de su superior para dejarles solos y se dirigió a su puesto de trabajo. Abrió varios informes nuevos de aquella mañana y comenzó a revisar los que parecían tener más urgencia. Había de todo y, como bien había señalado Shuusei, más robos de material electrónico. Aquello era lo que más se veía durante esos días. Había uno casi cada día en distintas tiendas. Pero nunca había resultado nadie herido, por lo que no era de las principales preocupaciones de la policía. Pero aquello ya empezaba a ser constante, y Kougami había comenzado a mosquearse. El chico se estiró en la silla cuan largo era mientras soltaba un resoplido y se alejaba un poco de la pantalla, lo que llamó la atención de los dos compañeros que trabajaban a su espalda.

-Me temo que este asunto ya empieza a ser preocupación de la policía –dijo sin apartar los ojos de la pantalla.

-Vamos Kou –repuso Shuusei con un suspiro-, no me digas que vamos a tener que hacernos cargo de unos robos…

-Sí, ¿no quieres saber quién roba todos tus juguetitos? –respondió con una sonrisa al tiempo que se giraba y miraba a su joven compañero.

 -Eso mejor te lo dejo a ti. Prefiero algo más entretenido.

Juvia soltó un largo suspiro. No le apetecía hacerse cargo de un robo, pero tampoco de algo que requiriese mucho esfuerzo físico. Aquel día estaba más desganada que de costumbre y lo único que le apetecía era volver a su apartamento y enterrarse bajo las mantas de la cama durante varios días.

Ginoza, después de haber estado todo ese rato hablando con Akane, se separó de ella y se apresuró a salir de la oficina, pasando por medio de los dos chicos que hablaban y siendo interrumpidos en medio de la conversación.

-Parece que ha desaparecido otro recluso –explicó Akane-. El inspector y su equipo se harán cargo de ello. Y nosotros… Bueno, no le hemos dado apenas importancia al tema de los robos, pero será mejor que vayamos a echar un vistazo.

-Vamos inspectora –repuso Shuusei-. ¿En serio tenemos que hacer eso?

Akane pareció dudar unos segundos. Se acercó al ordenador de Shuusei, que ya había entrado en modo de espera debido al tiempo que había sido ignorado, y la inspectora comenzó a ojear todas las ventanas de los nuevos casos.

-Bueno, aquí hay un informe sobre una serie de quejas que hemos recibido de varios vecinos de un mismo edificio. Al parecer uno de los inquilinos arma mucho escándalo.

Akane se giró a Shuusei, esperando una respuesta por parte del muchacho.

-¿Me estás diciendo que vaya a ese edificio? –preguntó el pelirrojo, un poco despistado.

-Sí, bueno, ¿por qué no? No hacen faltan cuatro personas para hacerse cargo de un robo. Kougami y yo nos ocuparemos de ello.

Juvia miró a su superior, aún sin ser consciente de lo que significaban sus palabras.

-Bueno, no parece mucho más entretenido que el robo, pero nos haremos cargo –contestó Shuusei.

Akane se dirigió a su mesa para recoger sus cosas mientras que Kougami y Shuusei apagaban sus ordenadores. Entonces Juvia reaccionó, y se puso de pie de un salto.

-¡Un momento inspectora! ¿Pretendes que vuelva a hacer de niñera con este mocoso?

-¿A quién llamas mocoso? ¡Soy un año mayor que tú! –se apresuró en contestar el aludido.

-Lástima que no sea en mentalidad también –añadió Juvia.

-Vamos Juvia, ya lo has hecho antes, y nunca habéis tenido ningún problema –intentó convencerla Akane.

Finalmente, después de pasar la mirada por Akane, Shuusei, y finalmente Kougami,  que se mantenía apartado de la conversación, Juvia dejó escapar un largo suspiro.

-Está bien, pero tendrás que recompensarme.

-¡Hecho! –contestó Akane.

Shuusei se dio por satisfecho, porque se apresuró en salir de la oficina, dejando a su compañera detrás. Ella comenzó a correr detrás de él, y justo al salir de la sala, se volvió al interior sin siquiera detenerse, y miró a la inspectora.

-Me debes una cena, y que sea en un buen restaurante.

Akane respondió con una sonrisa antes de que Juvia la perdiera de vista por continuar su carrera detrás de su problemático compañero. 

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