Juvia se
despertó en su cuarto sobresaltada.
Hacía años que había ocurrido todo aquello, exactamente cuatro, pero lo sucedido aquel día aún la asaltaba por las noches.
Hacía años que había ocurrido todo aquello, exactamente cuatro, pero lo sucedido aquel día aún la asaltaba por las noches.
-“¿Está
estresada?” –recuerda que le dijo aquella voz metálica.
En aquel
momento le dieron ganas de darse la vuelta y darle una patada al aparato
metálico con cara de muñeco de feria que se atrevía a preguntarle aquello
después de lo que acababa de ocurrir en la clase.
Lo que había empezado como un día cualquiera, uno tranquilo en el que parecía que tendría un día entretenido con sus amigos, se había convertido en una auténtica pesadilla que había dado a su vida un giro de 180 grados.
Lo que había empezado como un día cualquiera, uno tranquilo en el que parecía que tendría un día entretenido con sus amigos, se había convertido en una auténtica pesadilla que había dado a su vida un giro de 180 grados.
Después de aquello pasó casi un año en un centro especializado que trató de
devolver su coeficiente a la normalidad. Pero se mantuvo turbio. Nunca llegaba
a bajar, y si lo hacía, aquella misma noche volvía a revivir todo en sueños, lo
que hacía aumentar de nuevo su psycho.
Pero un día
recibió una visita. El inspector de la Sección de Crimen de Seguridad Pública
le ofreció convertirse en uno de los ejecutores de la Unidad 1 que él mismo
dirigía. Después de pensarlo durante algunas semanas, finalmente accedió, y
comenzó a trabajar para el Inspector Ginoza.
Y ya habían
pasado más de tres años desde aquello. No había día que no se acordara de lo
que pasó aquella fatídica mañana, que echó por los suelos su futuro, sus
sueños, e incluso su condición de ser humano, siendo degradada a un ser
inferior que el sistema Sybil que regía la justicia en la ciudad consideraba un
enemigo para la sociedad, y que no duraría en deshacerse de ella si la
situación lo requería.
Aquello era
lo primero que asaltaba su mente cada mañana incluso antes de encender las
luces de su cuarto.
-¿Qué
decoración te apetece hoy? –preguntó una voz metálica.
-El moderno
estará bien –dijo mientras se incorporaba en la cama.
La
habitación comenzó a iluminarse lentamente por el techo, y continuando por las
paredes, que no tardaron en tomar un tono azulado. Los muebles del pequeño
apartamento fueron apareciendo poco a poco a medida que la luz iba descendiendo
por el cuarto hasta llegar al suelo. A los pocos segundos, la pequeña
habitación del apartamento se vio perfectamente amueblada en tonos negros y
azules, todo combinado entre ello, sin nada que sobrase en el cuarto.
Mientras Juvia se levantaba e iba al baño para desperezarse, un pequeño ser
metálico se materializó en medio del cuarto, y se dirigió flotando a la pequeña
esquina dedicada a la cocina.
-¿Qué
quieres desayunar? –preguntó el aparato.
-Cualquier
cosa que no sea muy pesada –repuso Juvia desde el baño.
Cuando la
joven se hubo despejado y duchado salió del cuarto de baño para encontrarse con
la mesa perfectamente puesta, con el desayuno, compuesto por un vaso de zumo y
una manzana. Al lado de la pieza de fruta reposaba un periódico esperando a ser
leído. Mientras Juvia se acercaba a la mesa y tomaba el periódico, el ser
metálico desplegó una pantalla digital en la que le mostró a la chica el tiempo
previsto para el día.
-Parece que
han vuelto a robar material en una tienda de electrónica… -dijo la joven
mientras pasaba la vista desde el periódico a la pantalla del tiempo, tomaba el
vaso y daba un pequeño sorbo-. Y encima hoy llueve… Me da que no va a ser un
buen día…
Una vez hubo
terminado de desayunar, Juvia se levantó de la mesa y se acercó a un espejo de
cuerpo entero que tenía en la entrada del apartamento. Cogió el pequeño
dispositivo electrónico que reposaba en el mueble de al lado del espejo y lo
abrió, dejando al descubierto los botones y la pequeña pantalla táctil.
Buscó
la pestaña que decía “trabajo” y la presionó, quedando inmediatamente vestida
con unos pantalones negros estrechos, unas botas negras de cordones, una camisa
negra con un par de botones sueltos en la parte superior, una corbata azul a
medio abrochar y una chaqueta igual que el pantalón. Una vez estuvo preparada,
dirigió una última mirada al aparato electrónico y se despidió con un gesto de
la cabeza. Salió del apartamento, y en cuanto cerró la puerta, la pequeña
habitación perdió la iluminación y la decoración desapareció por completo.
Tenía la
moto aparcada en el garaje subterráneo del edificio. Cuando llegó la puso
rápidamente en marcha y salió a toda velocidad de allí, dirección a la oficina de
Seguridad Pública. Llevaba aquellos tres años trabajando con las mismas
personas, a excepción de una joven que se había unido al cuerpo hacía unas
semanas. La inspectora Akane era ahora una de sus superiores y debería
esforzarse por llevarse bien con ella, al menos dentro de las oficinas. A los
demás los conocía mejor que a la recién llegada. Gino era su superior directo,
y el que la había introducido en el cuerpo de Seguridad como ejecutor. Tenía
algunos compañeros, pero con el que mejor se llevaba era con Kougami. Era mayor
que ella, y a veces se portaba como un hermano mayor, lo cual no le hacía mucha
gracia, pero no podía quejarse, ya que era lo más parecido que tenía a una
familia. El otro ejecutor con el que se llevaba más o menos bien era Shuusei. Era
un joven avispado, animado y bromista, lo que la sacaba de sus casillas de vez
en cuando, pero ya estaba aprendiendo a soportarle. Él era lo contrario que
Kou, y a veces ella se tenía que portar como la mayor cuando trabajaban fuera,
y vigilarle cuando los inspectores no podían. Ambos, Juvia y Shuusei, habían
entrado prácticamente a la vez en el cuerpo. Puede que ese fuera otro motivo
por el que no terminaban de tirarse de los pelos y que el trabajo en equipo se
hiciera más llevadero, porque se veían como iguales, un par de jóvenes que
habían tenido mala suerte desde pequeños, y que solo buscaban su lugar en la
sociedad, una sociedad que no dejaba de darles la espalda.
Cuando llegó
a su acostumbrada sala de trabajo, descubrió que Akane ya estaba en su puesto
al final de la sala, enseñándole algo a Kougami en la pantalla del ordenador, y
Shuusei jugando a su PSP, mientras que el ordenador terminaba de encenderse. Juvia
se acercó a su correspondiente puesto, al lado de Shuusei, y presionó el botón
de encendido de su ordenador mientras saludaba a su compañero con un único
movimiento de cabeza.
-¿Hoy
también me vas a tener vigilado todo el día, mamá? –preguntó el joven con
retintín en su voz una vez hubo visto a su compañera.
-No estoy de
humor, Shu –repuso la joven con sequedad.
-Nunca estás
de humor Juvia –añadió con un resoplido-. Yo que pretendía pasar un día ameno y
que no fuese tan aburrido como los demás…
-Pues será
mejor que vayas a molestar a otro –dijo Kougami, que se había alejado de Akane
para salir en ayuda de Juvia-. ¿Qué te parece Gino? –añadió mientras colocaba
su brazo sobre la cabeza del muchacho.
-¿Estás de
coña? Seguro que me manda a limpiar los robots de la oficina o vete tú a saber…
Mejor no jugar con Gino.
-Pues
tampoco lo hagas con Juvia –repuso mientras le revolvía el pelo y se alejaba de
los jóvenes, de vuelta al lado de Akane, dando por terminada la conversación.
Juvia
aprovechó que Shuusei había dejado de prestarla atención para desviar la mirada
la pantalla de su ordenador. En ella comenzaron a aparecer los nuevos casos que
se habían registrado en el tiempo que ellos no habían estado en la oficina,
dejando los del día anterior sin resolver minimizados en la parte inferior.
-¿Otro caso
de robo de material electrónico? ¿Cuántos van ya en toda la semana? ¿Cuatro?
–dijo Shuusei, asomándose por encima del hombro de Juvia y mirando a la
pantalla del ordenador.
-Lo sabrías
si te hubieras dignado a mirar el ordenador –repuso ella molesta-. Ahora no
intentes interesarte. Vete a seguir jugando, molestas menos.
Juvia estiró
una pierna y dio un empujón a la silla en la que estaba sentado el joven
pelirrojo que, gracias a las ruedas, salió rodando hasta su lugar, delante de
su propio ordenador. Juvia, satisfecha, sonrió de manera pícara mientras Shuusei
soltaba un leve quejido de molestia por haber sido echado tan descaradamente.
Una vez la joven peliazul estuvo sola delante de su ordenador, abrió una de las
pestañas inferiores. Aquel caso ya fue cerrado hacía varios años, pero otro
relacionado con la persona que aparecía en los informes había sido abierto.
Pero no era suyo, era del inspector Ginoza y sus ejecutores. El hombre de aquel
caso había desaparecido, como otros tantos reclusos, en un traslado a otra
prisión, y no se había vuelto a saber nada de ninguno de ellos. Gino se
encargaba de ese caso, pero no hacía más que dar palos de ciego. Nadie había
sido capaz de descubrir una sola pista sobre su posible paradero.
Aquel hombre
era el responsable de la desgracia de Juvia. De la desaparición de sus sueños y
esperanzas, de sus ambiciones y deseos. Todo. Kurt Dallas. El hombre que aquel
fatídico día terminó con la vida de cinco de sus compañeros de clase y dos
profesores, y con el futuro de casi toda la clase. Nayu y Karoku.
No había día
que no se acordara de ellos. Y Bard, aquel joven risueño del que no había
vuelto a saber nada desde aquel día. Pero seguía vivo, en algún lugar… Lo
sabía, lo sentía.
Todos los
compañeros de Juvia en la oficina conocían perfectamente el motivo por el que
su psycho se enturbió, y ya estaban acostumbrados a que le dedicara varios
minutos por la mañana a la imagen de aquel ser. Ya se sabía todos sus rasgos, y
sería capaz de dibujarlo con los ojos cerrados. Cada mañana observaba el
desagradable rostro de aquel hombre, el brillo demente de sus ojos, y las
imágenes de lo sucedido se agolpaban en su cabeza, sin orden alguno.
Simplemente aparecían, dejando un sabor amargo en la joven para el resto del
día.
Shuusei se mantuvo apartado de ella, observando el dolor y el odio que
reflejaban sus ojos al observar la foto de Dallas. Muchas veces había intentado
hablar con ella del tema, para intentar que ella compartiera sus miedos y
preocupaciones con alguien más y se le hiciera más llevadera la carga que
llevaba desde aquel día. Pero no se atrevía. Sentía que aquello era muy privado
para ella, y no accedería a hablarlo con nadie externo a ello. Y de las pocas
veces que se atrevía a abrir la boca, ella le respondía de manera tan cortante
que se pasaban varios días después sin dirigirse la palabra.
Estaba claro que Juvia era una mujer difícil.
Estaba claro que Juvia era una mujer difícil.
Gino llegó
como siempre a la hora empunto, sin retrasarse un solo segundo, pero no se
dirigió a su mesa, sino a la de Akane. Kou al ver llegar al inspector, se alejó
de su superior para dejarles solos y se dirigió a su puesto de trabajo. Abrió
varios informes nuevos de aquella mañana y comenzó a revisar los que parecían
tener más urgencia. Había de todo y, como bien había señalado Shuusei, más
robos de material electrónico. Aquello era lo que más se veía durante esos
días. Había uno casi cada día en distintas tiendas. Pero nunca había resultado
nadie herido, por lo que no era de las principales preocupaciones de la
policía. Pero aquello ya empezaba a ser constante, y Kougami había comenzado a
mosquearse. El chico se estiró en la silla cuan largo era mientras soltaba un
resoplido y se alejaba un poco de la pantalla, lo que llamó la atención de los
dos compañeros que trabajaban a su espalda.
-Me temo que
este asunto ya empieza a ser preocupación de la policía –dijo sin apartar los
ojos de la pantalla.
-Vamos Kou
–repuso Shuusei con un suspiro-, no me digas que vamos a tener que hacernos
cargo de unos robos…
-Sí, ¿no
quieres saber quién roba todos tus juguetitos? –respondió con una sonrisa al
tiempo que se giraba y miraba a su joven compañero.
-Eso mejor te lo dejo a ti. Prefiero algo más
entretenido.
Juvia soltó
un largo suspiro. No le apetecía hacerse cargo de un robo, pero tampoco de algo
que requiriese mucho esfuerzo físico. Aquel día estaba más desganada que de
costumbre y lo único que le apetecía era volver a su apartamento y enterrarse
bajo las mantas de la cama durante varios días.
Ginoza, después de haber estado todo ese rato hablando con Akane, se separó de
ella y se apresuró a salir de la oficina, pasando por medio de los dos chicos
que hablaban y siendo interrumpidos en medio de la conversación.
-Parece que
ha desaparecido otro recluso –explicó Akane-. El inspector y su equipo se harán
cargo de ello. Y nosotros… Bueno, no le hemos dado apenas importancia al tema
de los robos, pero será mejor que vayamos a echar un vistazo.
-Vamos
inspectora –repuso Shuusei-. ¿En serio tenemos que hacer eso?
Akane
pareció dudar unos segundos. Se acercó al ordenador de Shuusei, que ya había
entrado en modo de espera debido al tiempo que había sido ignorado, y la
inspectora comenzó a ojear todas las ventanas de los nuevos casos.
-Bueno, aquí
hay un informe sobre una serie de quejas que hemos recibido de varios vecinos
de un mismo edificio. Al parecer uno de los inquilinos arma mucho escándalo.
Akane se
giró a Shuusei, esperando una respuesta por parte del muchacho.
-¿Me estás
diciendo que vaya a ese edificio? –preguntó el pelirrojo, un poco despistado.
-Sí, bueno,
¿por qué no? No hacen faltan cuatro personas para hacerse cargo de un robo.
Kougami y yo nos ocuparemos de ello.
Juvia miró a
su superior, aún sin ser consciente de lo que significaban sus palabras.
-Bueno, no
parece mucho más entretenido que el robo, pero nos haremos cargo –contestó
Shuusei.
Akane se
dirigió a su mesa para recoger sus cosas mientras que Kougami y Shuusei
apagaban sus ordenadores. Entonces Juvia reaccionó, y se puso de pie de un
salto.
-¡Un momento
inspectora! ¿Pretendes que vuelva a hacer de niñera con este mocoso?
-¿A quién
llamas mocoso? ¡Soy un año mayor que tú! –se apresuró en contestar el aludido.
-Lástima que
no sea en mentalidad también –añadió Juvia.
-Vamos
Juvia, ya lo has hecho antes, y nunca habéis tenido ningún problema –intentó
convencerla Akane.
Finalmente,
después de pasar la mirada por Akane, Shuusei, y finalmente Kougami, que se mantenía apartado de la conversación,
Juvia dejó escapar un largo suspiro.
-Está bien,
pero tendrás que recompensarme.
-¡Hecho!
–contestó Akane.
Shuusei se
dio por satisfecho, porque se apresuró en salir de la oficina, dejando a su
compañera detrás. Ella comenzó a correr detrás de él, y justo al salir de la
sala, se volvió al interior sin siquiera detenerse, y miró a la inspectora.
-Me debes
una cena, y que sea en un buen restaurante.
Akane
respondió con una sonrisa antes de que Juvia la perdiera de vista por continuar
su carrera detrás de su problemático compañero.